miércoles, 6 de abril de 2016

La estrella que más brilla

Mi madre tenía 76 años cuando murió. Su vida había sido difícil, trabajada, cansada… No era adoptada, era “dejada” por un padre viudo y borracho que no quiso hacerse cargo de ella. 

Nació con la guerra civil y vivió una tremenda posguerra. Pasó penalidades, necesidades, pero nunca hambre, porque los padres que la acogieron jamás lo hubieran permitido. De ellos aprendió que nadie regala nada y que quien quiere algo, algo le cuesta. Y un montón de buenos valores que la convirtieron en una buena persona. 

Pero por muy mal que lo pasara, nunca se quejaba, porque:

Mi madre era fuerte y valiente. Fuerte como sólo las madres pueden serlo, ante la adversidad se crecía y luchaba con un coraje increíble. 
Era capaz de aguantar provocaciones con una sonrisa, y después con una frase dejaba al ofensor sin palabras. Tan solo tenía un absurdo miedo a las tormentas, por absurdo lo habré heredado...

Mi madre era muy trabajadora. Más bien era multi-tareas. Igual la veías planchar con un brazo mientras con el otro daba un biberón o nos limpiaba los mocos. Trabajaba a destajo y el día nunca tenía suficientes horas.

Mi madre cosía mucho y muy bien. Siempre andaba entre telas e hilos ideando nuevos modelos. Más de una vez llegaba de trabajar y me decía: "En el armario tienes algo nuevo"... Al día siguiente estrenaba un vestido que además me quedaba perfecto.

Mi madre era muy alegre. Siempre estaba cantando y riendo. Contaba historias tristes de su pasado pero siempre encontraba una anécdota divertida. 

Mi madre era muy positiva. Para ella, de cualquier cosa mala que sucediera se podía aprender algo bueno. Si la vida le daba limones, hacía pastel de limón y merendábamos todos. 
Siempre tenía palabras de aliento para que nos enfrentáramos a nuestras adversidades y avanzáramos con la cabeza alta, sin mirar atrás.

Mi madre era muy comprensiva. Y eso que era de otra época... Los palos de la vida le hicieron ver que, o dejaba atrás sus prejuicios, o no había manera de entender a la nueva generación. Y es que "los nuevos" llegamos guerreros: alcohol, drogas, sexo... Y tuvo que adaptarse y estudiar mucho para poder entendernos. Pronto se puso al día y ya nos daba clases a todos.
Era tan comprensiva que era mi mejor amiga, sin dejar de ser mi madre. Y también era amiga de otras muchas personas. Y es que sabía escuchar y daba muy buenos consejos, porque la sabiduría sólo te la proporciona la edad.

A mi madre le apasionaba leer. Sí, y mucho. Tuvo que dejar el colegio de niña para trabajar, pero nunca dejó de aprender. Encontraba tiempo. ¿De dónde? Aún me lo pregunto. Ella sola llevaba una casa con ocho personas, lavaba, planchaba (hasta los trapos de cocina), limpiaba, hacía desayunos, comidas, meriendas y cenas siempre a su hora, trabajaba, cosía, veía la tele, salía de compras y leía... Mi súper heroína…

Mi madre sabía muchas cosas. Siempre estaba al tanto de las noticias, del periódico... Como no fue apenas al colegio nos cogía los libros de estudio y los leía con pasión. Cualquier pregunta que le hicieras era capaz de contestarla, y si no en el momento al poquísimo tiempo. Y eso que por entonces no existía Internet. Los cálculos matemáticos más complejos los resolvía a la “cuenta la vieja” y acertaba siempre en el resultado. Le encantaban los puzzles, jeroglíficos, adivinanzas, porque le gustaba desafiarse.

Mi madre no dormía. Sólo la veía dormitar 15 minutos después de comer y recoger la cocina. Nada más. Siempre estaba despierta cuando yo llegaba o cuando yo me levantaba. Y mis hermanos, con diferentes horarios al mío, tampoco la vieron nunca dormir. Se acostaba en la cama, pero por muy despacio que dijeras "mamá", ella contestaba.

Mi madre era muy generosa. No pensaba nunca en ella. Siempre miraba por el bienestar de los demás y creo que nunca llegó a plantearse el suyo.

Mi madre era muy guapa. Por dentro y por fuera. Decía que tenía arrugas de lo mucho que reía, y cicatrices de las carcajadas. Le encantaba cumplir años. Como era el día de San José, hacía buñuelos y chocolate y nos invitaba a todos a desayunar. Para ella la edad no era el descuento del tiempo que le quedaba, sino la suma del tiempo que había disfrutado.

Mi madre hace unos días hubiera cumplido 81. Hoy hace 5 años que murió...

Mi madre era muy buena. Muchísima gente la quería. 

Y seguro que la siguen queriendo.

Como yo, que no la olvido ni un solo día.

Mi madre es la estrella que más brilla, mi aliento cada día y mi consejera por las noches.


Te trobe a faltar mare.

Te quiero mamá.