martes, 5 de junio de 2012

La mejor hora del día...

es la hora del silencio.
Todo duerme, todo calla.
Disfrutando de la soledad, sin preocupaciones... mis amores soñando sus sueños.
Sin obligaciones porque las de hoy terminaron.
Disfrutando al final del día de mí, de mi interior.
Haciendo lo que me parece, pensando con el alma.
Leyendo, observando, escribiendo, escuchando.
Nada se oye. Sólo mi pulso, mi respiración.
Cuando el sueño me vence lucho y araño unos minutos, a veces algunas horas.
Me encuentro, me pierdo, me reencuentro y vuelvo a perderme.
Escucho, cuestiono, aprendo de mis errores, valoro mis aciertos.
Momentos de lucidez antes de la consciencia onírica.
Espacios olvidados del mundo de los sueños que posiblemente no tengan lugar en el mañana.
Sin presión ni angustia... sin duda el mejor momento del día.
Con el alba aparecerá un espejismo de este, mi preferido.
Es tan breve que no da tiempo a deleitarse.
Y a su término volverán las preocupaciones, las obligaciones, las presiones  y las angustias.
Pero sé que al final del día, cuando la ciudad calla, me espera otra vez mi remanso de paz.
Y me sentiré otra vez acompañada de mi soledad.
Volviendo a ser yo.